Desde la izquierda, los candidatos a la gobernación Pedro Pierluisi, Alexandra Lúgaro, Eliezer Molina, César Vázquez, Carlos “Charlie” Delgado y Juan Dalmau.
Puerto Rico vive una de las coyunturas político-económicas más importantes de su historia. Por ende, cobra mañana mayor relevancia la elección de los hombres y mujeres a los que les delegaremos la gestión gubernamental a partir de enero de 2021. Ahora bien, no basta con meramente elegir para gestiones administrativas. De no comenzarse de inmediato una deconstrucción institucional con miras a erigir un nuevo marco regulatorio de la gestión pública, estaremos igual de mal o hasta peor de lo que estamos hoy allá para 2024. Eso indistintamente de quién sea el(la) que gane la elección de mañana.
Los mal llamados “programas de gobierno” de todos los partidos no son más que un catálogo de promesas inconexas que al margen de sus posibilidades de implementación pecan de estar encajonadas en instituciones público administrativas del siglo pasado. Algunas de principios del siglo XX —periodo entre 1902 a 1917— y otras de mediados de dicho siglo, durante el periodo entre 1944 a 1952.
Ya vamos viviendo un periodo importante del siglo XXI. Al culminar el mandato de los próximos directivos que serán elegidos en el día de mañana, ya habrá de cumplirse el primer cuarto de este siglo presente. De no erigirse un nuevo marco institucional y regulatorio de las relaciones sociales, políticas y económicas, comenzaremos a doblar la curva hacía la recta final de la mitad del nuevo centenario con un cuadro futuro que pintará sumamente sombrío. Eso a pesar que desde finales de los 90, cuanto político agarraba un micrófono hablaba de sus grandes promesas y visiones para el siglo XXI. El que gane tiene por obligación que tirar la raya entre continuar un ordenamiento que mantenga felices a los que durante décadas han sido dependientes de un cheque con la estampa de la firma del secretario de Hacienda o realizar los cambios necesarios para: (1) restructuración de una deuda que de lo contrario continuará siendo un lastre para nuestras posibilidades de un futuro mejor; (2) acceso nuevamente a los mercados financieros para poder levantar la infraestructura necesaria para reencaminar nuestro desarrollo; (3) el levantamiento de nuevas instituciones que nos brinden una educación integral que desarrolle hombres y mujeres de visión de futuro en lugar de sobrevivientes; (4) así como erigir un sistema de salud que en lugar de ser una fábrica de pacientes, sea uno que propenda a la menor cantidad de gente enferma mediante procesos educativos y preventivos. Eso incluye la salud mental, sobre la que día a día sobran los ejemplos del mal estado general de la misma aquí en Puerto Rico.
En cuanto a la seguridad, respecto a la cual a largo plazo los cambios educativos para humanizar deberán brindar un país menos violento y de menos criminalidad, urge el reforzamiento de los elementos preventivos con una “nueva Policía” que propendan a un ecosistema comercial, empresarial y de convivencia más seguro y menos estresante.
En relación a las instituciones políticas, “hay que virar patas arriba” las mismas. Debemos empujar cambios en la manera de elección y funcionamiento de la Legislatura que propendan a un cuerpo más refinado y competente. Si los propios legisladores, por su conveniencia individual, no los realizan, la Junta de Control Fiscal tiene y puede tener más herramientas para promoverlos. Es hora de realizar cambios constitucionales para —por ejemplo— mejorar la forma de sucesión del poder en caso de muerte, inhabilidad o renuncia de los elegidos. Es necesario un nuevo marco electoral en el que prime la igualdad democrática para todo el que aspire a participar en la vida política de manera formal en lugar de la dictadura de los partidos. Hay que acabar con el desmadre de 78 gobiernos costosos, paralelos, poco coherentes y escasamente fiscalizados.
Sobre el estatus político, sea cual sea el resultado de la consulta de mañana, tenemos que redoblar los esfuerzos para salir de la carga colonial que representa ser una camisa de fuerza para nuestro futuro económico.
El resultado de las elecciones de mañana demostrará que la expresión “el verano del 19 cambió las cosas en Puerto Rico” es una falacia. Renuncias y sustituciones de funcionarios elegidos sin cambios institucionales profundos son pérdidas de tiempo. De no realizarle los mismos estaremos igual de mal en 2024 gane quien gane mañana.
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