El brasileño Ayrton Senna se encerró en su habitación y se aisló del mundo. A doce horas de la salida de la mortal carrera de Fórmula 1 San Marino 1994, su mente había colapsado por completo…
ANTES DE PARTIR
El gran ídolo de la Fórmula 1 llegaba a la pista italiana en 1994 con muchas presiones. Tras dos temporadas frustrantes donde la evolución electrónica de los Williams le había dejado casi sin oportunidad, Ayrton Senna se alejó de McLaren para sumarse al equipo de Frank Williams (la puerta había quedado abierta a partir del retiro de su archienemigo el francés Alain Prost).
Parecía el matrimonio perfecto: el carro más rápido y el piloto más veloz. Sin embargo, la FIA (Federación Internacional del Automóvil) decidió prohibir el uso los controles electrónicos de tracción y de regulación de altura de los carros para equilibrar la competencia. El Williams se transformó entonces de una maravilla a una pesadilla.
Como estableció entonces John Barnard, el diseñador del Ferrari, “quitaron la electrónica a bordo y no redujeron la potencia, han dejado los carros inmanejables...”.
Las lamentables consecuencias se verían pronto.
Las dos primeras carreras (Brasil y Aida en Japón) habían sido frustrantes para Ayrton. Había logrado la pole position gracias al poderoso motor V10 de su Williams FW16, pero el Benetton Ford V8 de un joven Michael Schumacher se mostraba mucho más sólido a la hora de entrar y salir de las curvas. El alemán se llevó sin sobresaltos las dos primeras competencias y el brasilero cosechó dos abandonos.
Senna estaba convencido de que el Benetton de Schumacher tenía algún tipo de control de tracción y por eso le resultó sencillo ganar las dos primeras carreras de esa temporada.
“Sino logró ganar en San Marino, el campeonato esta casi perdido”, era el pensamiento que ocupaba la mente de Ayrton que se autopresionaba como nadie.
Su familia, que le acompañaba siempre, empezó a sobreprotegerle y ayudaron muy poco a la tranquilidad de Ayrton.
En aquel fin de semana negro de la Fórmula 1, comenzó a circular en el autódromo el rumor que el hermano del piloto brasileño, Leonardo (a quien le correspondía la función de dirigir la nueva empresa creada en sociedad con Audi), estaba en Imola, recién llegado de Brasil por petición de la familia, que rechazaba profundamente la relación de Ayrton con su novia Adriane Galisteu.
Al parecer Leonardo traía con sigo algunos casettes conteniendo grabaciones telefónicas comprometedoras para Adriane, eran charlas muy íntimas con un exnovio de la modelo.
TODO SE VOLVIÓ OSCURO
En las pruebas de los viernes 29 de abril, Rubens Barrichello –Ayrton sentía mucho cariño por su compatriota de 21 años– tuvo un tremendo accidente, a 140 mph en la Variante Bassa, donde se temió lo peor. Su Jordan impactó contra las protecciones a tres pies de altura. Senna fue rápidamente hasta el centro médico del circuito donde el neurocirujano Sid Watkins estaba atendiendo a Rubens.
Watkins, de 65 años, no sólo era el médico oficial de la categoría, sino que era el mejor amigo de Ayrton y quizás la persona más influyente sobre él. Sid tranquilizó a Senna, que ya lucía particularmente conmovido, cuando le dijo que Barrichello estaba fuera de peligro.
Lamentablemente Sid tendría el papel más triste en la historia de terror en la que se transformó Imola 1994.
Menos de 24 horas después, durante las pruebas de clasificación, el austríaco Ronald Ratzenberger estremeció a todos al impactar su Simtek a 190 mph contra el muro de la curva Villeneuve.
Senna lo vio todo a través del monitor en su box. Cuando el cuerpo de Ratzenberger quedó inerte en lo que quedaba de su carro, sin el menos signo de vida, Ayrton se espantó, se tomó la cabeza con las dos manos y dejó de ver la transmisión de la RAI. De alguna forma sabía que esta vez el final sería otro.
Un par de minutos después, mezclado entre la multitud de personas que trabajaban en el lugar del accidente, estaba Senna observando todo (la FIA le quiso sancionar por estar allí).
Para aquella generación de pilotos de los noventa, la muerte representaba algo posible, lógicamente, pero muy distante.
El último piloto en morir durante un GP había sido el italiano Ricardo Paletti de Osella en la salida del GP de Canadá de 1982 en Montreal.
Otro piloto italiano Elio de Angelis, perdería también la vida en la Formula 1, en 1986 durante las pruebas particulares de Brabham en el circuito francés de Paul Ricard
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Ayrton Senna, Michael Schumacher, Mika Hakkinen, Damon Hill nunca habían convivido con la dura realidad tan cerca.
Utilizando un carro de la organización Senna se trasladó desde el lugar del accidente al mini hospital del circuito y durante 20 minutos (a las 13:50) y dominado por los nervios intentó ingresar al lugar donde Watkins y su colega el doctor Baccarini intentaban en vano resucitar al piloto austríaco.
En su libro ("Life at the Limit: Triumph and Tradgedy in Formula One") el doctor Watkins (ya fallecido) recordó como Senna lloraba sin consuelo en su hombro cuando le dio la pesada noticia de la muerte de Ratzenberger. Era un colega… lloraba como si se tratara de un hermano.
Cuando Ayrton estaba más calmado, Sid le dijo: “Eres tricampeón del mundo, ¿para qué quieres más? ¿Por qué no te retiras, yo me retiro, y nos vamos a pescar?”
“¿Que le voy a decir al equipo en esta situación en que nos encontramos, 20 puntos detrás de Schumacher? ¿Tan sólo que no me encuentro bien y que preferiría no correr?”, argumentó Ayrton.
Esa misma noche, su hermano le habría dado las grabaciones de las comprometedoras charlas de su novia. Ayrton se encerró en su habitación y se aisló del mundo. A doce horas de la salida de la mortal carrera de San Marino, su mente había colapsado por completo… Frank Williams pensó entonces que su piloto no correría el domingo. Lamentablemente no fue así.
EL INEVITABLE DESTINO
El domingo 1ro. de Mayo se levantó en la pequeña ciudad medieval de Doza donde se hospedaba y trato de encontrar refugio en la biblia. Buscaba como siempre tranquilidad en la palabra de Dios, pero como nunca tratar de superar la angustia que le apretaba el corazón.
Al Williams de Senna le habían realizado unas modificaciones en el cockpit debido a que sus manos golpeaban contra los costados cada vez que giraba el volante. Además, se había acortado la barra de dirección para estar en una posición más cómoda. También se colocó una suspensión menos rígida, pero el auto estaba lejos de ser confiable.
A pesar de todo Ayrton volvió a salir en primer lugar y Michael Schumacher en segundo.
Apenas el semáforo se puso en verde, un violento accidente en la partida fue el primero de una cadena interminable de errores fatales. El Benetton de Jarvi Lehto se quedó plantado y el Lotus del portugués Pedro Lamy lo impactó de lleno. La pista quedó regada de pedazos de auto y si bien se temió lo peor, ambos pilotos sobrevivieron.
El director de la carrera ordenó la entrada del Safety Car (era la segunda vez en la historia que se utilizaba el carro de seguridad en pista seca), un Opel Vectra estándar que no estaba preparado para girar en un circuito, un error fatal. Fueron cinco eternas vueltas donde Senna le hacía señas desesperadas a Max Angelelli para que girara más rápido, pero el piloto de F3, de 27 años, hacía lo que podía con un auto de cuatro puertas.
Cuando los neumáticos de F1 se enfrían no sólo pierden capacidad de adherencia, también pierden presión. La baja velocidad de circulación desinfló las ruedas, según cálculos posteriores un 25%, lo que hizo descender la altura del auto en 0.2 pulgadas. Ayrton sabía que con el carro cargado de combustible y los neumáticos fríos sería presa fácil del Benetton.
La carrera de reanudó en la sexta vuelta y Ayrton intentaba imponer un ritmo frenético con Schumacher que le llenaba los espejos.
A 11 segundos de cumplirse el séptimo giro, Senna –que conocía el circuito a la perfección ya que había ganado en tres oportunidades–, llegó a la súper rápida curva de Tamburello.
El piloto paulista, buscando mejorar décimas de segundo como fuera, entró en un ángulo bien cerrado. Con el motor girando a 13,829 rpm, el carro perdió entonces adherencia y el tren trasero intentó salirse del radio de giro. La telemetría demostró que Senna reaccionó en apenas 12 milésimas tratando de corregir el rumbo con el volante mientras soportaba una fuerza centrífuga de 3,62 G y soltando el acelerador un 50 %.
Desde la cámara “on board” de Schumacher se ve como salen chispas producto del rozamiento del piso del carro con la pista producto de las imperfecciones de esta. Esto significaba que se cortó el flujo de aire que pasaba por debajo del carro. De esta forma el bólido perdió el “downforce” (es el flujo de aire que, por efecto aerodinámico, mantiene al F1 pegado al piso).
Cuatro milésimas después (a 0.36 s. desde que comenzó la maniobra en Tamburello), el auto pasó por el segundo montículo o salto que había en la curva.
A 189 mph el Williams ya se dirigió sin control contra un muro de concreto. Senna lo intentó todo: pisó el freno a fondo, bajó dos marchas con la transmisión y trató de no golpear de frente.
A la cadena de errores, se sumó la fatalidad. En el momento del impacto, en un ángulo de 22 grados, Senna había logrado en menos de un segundo reducir la velocidad a 131 mph, soportando una presión descomunal por la desaceleración. El neumático delantero se comprimió de tal forma contra el muro que disparó el amortiguador como una bala contra el justo contra el casco de Ayrton. Un golpe que resulto ser mortal. No tenía fracturas, ni hematomas en el resto del cuerpo, pero el amortiguador había entrado justo por el visor del casco.
Cuando el doctor Watkins, su ángel de la guarda, llegó hasta él, la suerte de Ayrton estaba echada: “Ví por sus señales neurológicas que tenía una lesión fatal… Entonces él suspiro por un instante y su cuerpo se relajó. Y fue en ese momento… yo no soy religioso… pero pensé que su espíritu había partido”.
Ayrton nunca lo supo, pero con su vida salvó la de muchos otros pilotos.