En diez años jamás se ha filtrado una foto del piloto alemán, ni un informe sobre su estado de salud y quien intentó venderlo a la prensa apareció suicidado en la cárcel
Como si fuera un sutil trabajo de la misma parca, Michael Schumacher desapareció de la faz de la Tierra sin dejar prácticamente ningún rastro, sin embargo está.
La última vez que se vio al siete veces campeón de la Fórmula 1, fue el 29 de diciembre de 2013, esquiando fuera de pista en Méribel, en los Alpes Franceses. Desde entonces, separar las verdades de las mentiras requiere de un trabajo quirúrgico.
Según el relato de la fiscalía, el corredor –estando en compañía de su hijo Mick, hoy piloto de Fórmula 1– perdió el control de los esquís a las 11:07 de la mañana al traspasar la zona marcada de Biche, una pista de principiantes, y se precipitó de cabeza contra una roca cubierta de nieve. El impacto se concentró en el lado derecho de la cabeza y fue tan violento que partió su casco. La cámara que llevaba incorporada lo registró todo, una filmación que sigue en manos de la policía.
Michael estuvo 170 días en coma, luego fue trasladado a una clínica de recuperación y más tarde a su mansión donde continúo su tratamiento.
Desde entonces, sobran los dedos de una mano para contar quienes tuvieron acceso a verlo. El personal médico que lo asiste debe firmar estrictos acuerdos de confidencialidad. A otras personas cercanas no se les volvió a permitir cruzar la puerta de su hogar en Gland, sobre el Lago de Ginebra.
Su exmanager Willi Weber, el hombre que fabricó su carrera deportiva y lo impulsó a amasar una fortuna de 800 millones de dólares se quejó amargamente en Facebook: “Corinna (esposa de Michael) me impide cualquier contacto con Michael. Decenas de veces traté de obtener su permiso, siempre sin el menor suceso. Mi familia está sufriendo. Nuestras familias estuvieron muy unidas durante 25 años”.
La policía juega un papel crucial para que ningún secreto se filtre, incluso lograron atrapar a un hombre que estaba a punto de vender la historia clínica de Schumacher. Se trataba de un empleado que trabajaba en la empresa que trasladaba al expiloto si tenía que ir a un hospital, y contactó a varios periodistas pidiendo 50,000 dólares por el documento. La familia fue alertada y la policía no tardó en atraparlo. El detenido tuvo un primer interrogatorio en el que negó haber sido protagonista de aquel robo del expediente y quedó demorado en la cárcel a la espera de una reunión con el fiscal.
Aquel momento nunca llegó. A la mañana del día siguiente, un guardia encargado de llevarle el desayuno lo encontró ahorcado en su celda de Zúrich, no se encontraron pruebas de la participación de otras personas en el hecho.
¿Cómo está Michael?
Poco se sabe, pero ese poco dice mucho. Su hijo Mick compartió: “Creo que hoy nos entenderíamos de una manera especial, porque hablamos un mismo idioma deportivo, el del automovilismo. Es algo que está casi todo el tiempo en mi cabeza, qué bueno sería poder hacer eso ahora. Daría todo por tenerlo”.
Su esposa Corina ha realizado una confesión muy medida: “Por supuesto que extraño de menos al Michael todos los días. Pero no sólo yo: los niños, la familia, su padre, todos los que lo rodean. Todo el mundo lo extraña a Michael, pero Michael está aquí. Diferente, pero él está aquí, y eso nos da fuerza, creo”, afirmó.
Piero Ferrari, hijo del fundador de la legendaria escudería italiana, Enzo Ferrari, lamentó hoy que se hable del expiloto alemán Michael Schumacher de 55 años “como si estuviera muerto” y enfatizó sin filtro que “está ahí, aunque no se pueda comunicar”.
A pesar de contar con lo más moderno de la tecnología, se sabe que su evolución es a cuenta gotas y que todavía no tendría la capacidad de comunicarse con los suyos, todos protagonistas de una carrera por la vida que nadie abandona.
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