No siempre se necesita pisada fuerte, zapato ruidoso, andar apresurado o una palabra para ser percibido. El sonido de la fricción que emana del suelo y los pasitos casi arrastrados de Jacobo Morales, alertan con sutileza que está en la habitación.
“Creía que era otro día el que tú venías. Me sorprendió que era hoy, ¡pero cheverísimo!”, da la bienvenida Morales a su casa, la única en la calle con dos árboles inmensos y una bandera de Puerto Rico en el portón del balcón.
Las memorias cuelgan en las paredes de su oficina y se manifiestan en cuadros de Antonio Martorell, libros, manuscritos, fotos, cajas, papeleos, artesanías y reconocimientos. En una esquina decora una maquinilla de escribir y una mesa marca Singer que acompañan el ancho escritorio de cristal, donde descansa uno que otro lápiz, una lupa, guiones y un dispositivo para tomar la presión “de vez en cuando”. Achaques mayores no tiene.
Entiende que su vida es sencilla. Todos los días son distintos. Ese día se levantó a media mañana. En el desayuno “la avena estaba riquísima y el juguito cayó muy bien”, cuenta. Ojeó el periódico, contestó correspondencia sobre proyectos importantes y regresó a la revisión de un guion que podría ser su próximo proyecto en cine.
“En la sencillez no es que haya pocas cosas en la mente, es que haya armonía, es que lo hayas internalizado, que sea espontáneo en ti, que sea lo que sinceramente deseas realizar. Que haya armonía entre lo que tú haces, lo que tú piensas, lo que tú quieres proyectar en la vida y lo que realmente estás haciendo. Si hay armonía entre esas cosas, puedes decir que es sencillo. Sencillo, porque lo sientes con facilidad”, describe.
Los programas televisivos, los rodajes, ensayos o funciones teatrales lo acostumbraron a trabajar mayormente de noche. La escritura, que es a mano y “despacito”, puede ser nocturna también. Tiene en agenda corregir detalles de una nueva obra de teatro y es de los que se mantiene revisando el escrito hasta casi el estreno de la pieza. Otro próximo proyecto es el lanzamiento de poemas inéditos.
Con tantas creaciones a la vez, a la hora de dormir “inevitablemente me sigue dando vueltecita, pero como también la disciplina es importante, me digo a mí mismo: ‘ok mijo, le presté toda la atención durante el día. Ahora con tu permiso, voy a echar un sueñito para seguir adelante”, comparte.
Una vida en el arte
Jacobo Morales Ramírez nació en Lajas hace 89 años. Destaca que hasta la fecha su memoria funciona y registra bien. Con la familia vivió en San Germán, Mayagüez y llegó a la Calle Luna en Viejo San Juan, donde se crió rodeado de ofertas artísticas en los teatros de la época. En las plazas se encontró a Pedro Albizu Campos (1893-1965), “que no es el hombre fiero ese que pintan. Era agradable, cordial”, recuerda.
A los 14 años comenzó en la radio y en el teatro, al tiempo que fue trasladado a la Escuela Superior Central en Santurce. En su primer día de clases, al entrar al salón de español, notó a una muchachita de la que lleva enamorado casi 70 años. Su esposa Blanca Silvia Eró es la principal consejera, asesora y crítica de sus grandes proyectos como las películas Dios los cría, Nicolás y los demás, Linda Sara, Dios los cría II y Ángel.
El hacedor cultural estuvo en la televisión local desde su inauguración en 1954, medio que en parte impulsó la creación del grupo de sátira política Los Rayos Gamma. Morales compartió créditos con Woody Allen en el filme Bananas y con Barbra Streisand en Up the Sandbox.
Segundo lugar en el Oscar
Al momento, es el único director puertorriqueño nominado al premio Oscar por su tercer largometraje, Lo que le pasó a Santiago. Estuvo en consideración para ganar la mejor película en idioma extranjero en 1990.
“Me trae buenos recuerdos porque cuando estaba filmando The Effects of Magic en Los Ángeles con Mellinda Dillon, fue al rodaje un amigo del director que era votante de la Academia. Cuando el director de la película me presentó, le dijo: ‘su película fue nominada en tal año’. Entonces él me dijo: ‘¡Sí!, llegó segunda’”, contó sobre la posición del filme protagonizado por Tommy Muñiz (1922-2009) y Gladys Rodríguez en la premiación.
“Cuando fuimos nominados, también tengo en la memoria que estaba yo sentadito en un almuerzo y estaba la flor y nata de allá. Estaba Steven Spielberg, que había sido también votante, se pasó por el lado y me dijo: ‘me gustó mucho’”, rememoró sobre la edición 62, en la que se impuso la cinta italiana Cinema Paradiso.
La elegibilidad de Puerto Rico en la categoría de Mejor Película Extranjera en los Oscar fue eliminada en 2010, por ser un territorio de Estados Unidos.
“Eso es un absurdo porque somos un país que no aceptamos que lo somos. Pero mira si somos un país que incluso Blanca y yo fuimos testigos presenciales cuando estudiábamos en la Central, que por ley todas las clases tenían que ser en inglés y en más de una ocasión han tratado de transculturizarnos… y no han podido”, estableció el cineasta.
“Un romántico natural”
Al final, descarta la romantización de las alfombras rojas y trajes lindos porque “es más que eso”.
“Soy un romántico natural... cuando está atado a la auténtica sensibilidad, a la delicadeza, al pequeño detalle, no el aparataje tradicional romántico. Con los años me he reafirmado en ese convencimiento de que tan importante es lo explícito como lo implícito y en el aspecto de crear es igual. Tan importante es lo explícito: lo que tú recibes en palabras y en acción inmediata, y lo que hay detrás de aquel gesto, de aquella pisada, de aquella pausa, de lo que hay en el trasfondo”.
El romance lo atribuye a la ternura, como cuando después de 69 años de matrimonio celebra el cumpleaños de Blanca con un poema. El de este año ya está listo.
“¡Marisol. Mari!”, llama a la asistente. “Con el permiso, ven acá mija, un momentito. Ven pa’ que te recites algo aquí. Búscame el último poema”. “Espérate que nos pueden estar oyendo”, murmura y entrega la hoja con los versos que culminan así: Gracias a la vida por brindarme el privilegio de celebrar a su lado el paso de los años, sintiendo lo que sentí al mirar sus ojos y estrechar su mano el día que empezamos a compartir la aventura de vivir.
En balance
“Blanca es la protagonista de mi vida. Lo máximo que me ha pasado en la vida… Ha sido fundamental para mantener mi equilibrio, mi balance, mi ritmo”, expresa quien hace menos de un año sostiene de vez en cuando un bastón.
Hay una rodilla que da problemas, “pero allá ella”. Tiene un bastón para la casa y otro que usa al salir.
“Este es de mami, que es más especial, y, además, el fondito no hace ruido. Y uno puede ir como disimulándolo, haciendo énfasis en la elegancia solamente”, bromea y muestra el bastón que asume con seguridad. “A la vez me gusta jugar a que estoy actuando”.
La respiración y la plenitud de Morales están motivadas por su familia, que incluye tres hijos, cuatro nietos y dos bisnietos.
Además del respaldo general del público, le satisface echar adelante proyectos donde no haya negligencia de su parte.
Necesita llegar a los 100 años, decreta. “Con los proyectos que tengo, había hecho un cálculo y sinceramente me salía más o menos con 118”.
Aunque sin prisa, pasito a pasito, siguen siendo muchas las ganas de comunicar sentimientos.
“Hay que ir despacio para poder avanzar. Lo tengo más que probado”, asegura con una sonrisa contagiosa.